Setenta y tres metros de largo y 24 de alto hacen que este gigante de los cielos no pase desapercibido en ninguna terminal donde puede aterrizar, pues no todas están preparadas para recibirlo. Realizó su primer vuelo en 2005 y fue fabricado por la empresa europea Airbus. Actualmente, Singapore Airlines, Emirates Airlines, Qantas, Air France y Lufthansa son las aerolíneas que lo poseen, todas ellas identificadas por repartir su espacio en dos pisos. En el primero se encuentra la clase turista y en el segundo, al que se accede por una escalera que parece conducir al cielo, se distribuyen las cabinas privadas de first class y los asientos cama de business class.
La diferencia está en los detalles que cada compañía le exige al fabricante, como la distribución de los asientos y los acabados del interior. En Emirates, por ejemplo, predominan los tonos neutros con algunos visos rojos y detalles en dorado o madera. La clase turista está compuesta por 427 asientos (más amplios y con una pantalla más grande), en business class son 76 y en first class hay 14 cabinas, lo que suma un total de 517 sillas.
El Airbus A380 impresiona por sus proporciones y también por la experiencia de lujo que le ofrece al viajero desde que decide volar en él. Uno de sus valores agregados es el servicio de transporte que brinda a los pasajeros de las clases superiores, a quienes un impecable chofer de la compañía recoge en sus domicilios para trasladarlos al aeropuerto de salida. Una vez en la terminal, pueden acceder al lounge de la aerolínea o redimir un bono para comer en algún restaurante cercano.
Los pasajeros de primera clase pueden disfrutar de cabinas individuales o suites independientes y alejadas de las demás que garantizan la máxima privacidad. A diferencia de las otras clases, cuentan con un minibar privado, que incluye refrescos y golosinas, así como con un tocador espejo dotado de amenities como un bálsamo labial de limón y canela y otro refrescante para pies cansados. Además tienen la posibilidad de acceder al spa del avión.
Lo mejor de todo está al final de la aeronave, en el espectacular bar a bordo que funciona como punto de encuentro para los pasajeros de las dos clases superiores. En su barra no falta ninguna referencia de licores de renombre ni dejan nunca de reponerse snacks fríos y calientes, como minibrownies, brochetas de pollo, croquetas de champiñones o empanadas de tomate y queso. Esta pequeña pero valiosa atmósfera hace que las horas de vuelo sean más agradables y que el tiempo pase más rápido.
Sin duda, una experiencia que, acompañada del servicio personalizado y la buena comida, rompe en pedazos el estereotipo de que los trayectos largos en avión son incómodos, aburridos, agotadores y eternos. El pensamiento del turista se reinventa con el paso de los días y esta es una prueba de que las compañías del sector lo saben y tienen con qué alimentar las excéntricas necesidades del mundo moderno.
